Capítulo 15. La pesada espada de Conan. (Indonesia II).
La distancia más corta entre dos puntos es la línea recta pero, definitivamente, no es la más divertida. Y menos si te encuentras en las solitarias carreteras del Norte de Indonesia. El problema es que a medida que avanzas hacia el Sur, vas notando que las carreteras de este país sufren un colesterol alto. Hay tanto tráfico que para recorrer 300 kilómetros puedes tardar hasta 7 horas.
Te pasas todo el tiempo adelantando camiones y otros vehículos por unas carreteras llenas de curvas en las que es inevitable que en alguna ocasión el corazón se altere por lo cerca que estás de chocar de frente con alguien que viene en dirección contraria. Pero el problema no solo es el tráfico. La gente aquí es increíblemente generosa y amable, pero cuando se suben a un vehículo, parece como si se transformaran y olvidaran por completo el sentido de la empatía y del altruismo. En este país conducen de una manera muy agresiva y brusca. Además, pasa como en la India: te adelantan por todas partes, a toda velocidad sin ningún tipo de respeto. Y si encuentran treinta centímetros entre tu rueda delantera y las ruedas traseras del coche de delante, no dudan en meterse en el medio. Definitivamente es un país en el que si conduces, no solo debes tener cuatro ojos. Si quieres acabar el día sin un rasguño, el factor suerte tiene que serte altamente favorable.
Si viajar en coche es como mirar una película a través de un cristal, viajar en moto es como ser su protagonista. Sin duda, moverte con dos ruedas por esta isla te ofrece unas ventajas que no tienes cuando te mueves como un turista con autobuses o aviones. Si visitas Indonesia en un pack turístico, te llevarán a lugares preparados para extranjeros, con tiendas y autóctonos acostumbrados a tratar con gente de otros países que conocerán todos los trucos para lograr vender cualquier producto. Sin embargo, ir en moto te permite meterte en agujeros que casi no aparecen en los mapas. Lugares en los que vive gente que parece que nunca haya visto un turista en su vida. Cuando pasas por su lado se quedan tan perplejos mirándote como si hubieran visto un marciano verde con una trompeta rosa como nariz. Y cuando experimentas todo esto te das cuenta, entre otras muchas cosas, de que viajando a cuatro ruedas mueves el cuerpo, mientras que si lo haces a dos ruedas mueves el alma. No hay comparación posible.
Antes de abandonar la isla de Sumatra hicimos una parada en Lahat, una ciudad que a pesar de ser bastante grande, no está preparada para turistas, lo que le da un encanto especial.
Como Nepal después de visitar la India, Lahat fue un balón de oxigeno. Tanto la ciudad como su gente nos trató, como siempre, como reyes. Decidimos hacer una parada de tres días para poder celebrar las Navidades como toca. Y como para nosotros no eran unas Navidades normales (para empezar estábamos a unos 35 grados), decidimos alojarnos en un hotel con baño propio en las habitaciones. Era tan bueno y limpio que también tenía váter en vez de el típico agujero sucio y apestoso en el suelo en el que el equilibro y la puntería te pueden jugar malas pasadas. Ese orificio que hasta ahora debíamos utilizar siguiendo a rajatabla las instrucciones de una dicha que en una ocasión vi escrito en la puerta de un lavabo público de un bar de Barcelona, que decía «caga tranquilo, caga contento, pero caga dentro«. Además, también teníamos una red wifi aceptable, que no óptima, para poder comunicarnos con las familias y amigos durante esos días tan especiales.
Y como siempre en Sumatra, conoces a gente adorable aunque no quieras. Es totalmente inevitable. Uno de esos días, se cruzó ante nosotros un grupo de chicos que se dedicaban a hacer rafting en el lado más salvaje del río de la ciudad. Como no podía ser de otra manera, nos invitaron a ir. Lore y Kristjan no dudaron en aceptar esa invitación para poder pasar otra tarde inolvidable que jamás olvidarán. Les invitaron absolutamente a todo: transporte, bajar por el río e incluso dos comidas. Todo gratis. No aceptaron nada de dinero. Así es la gente de aquí: lo poco que tienen, lo dan. Y siempre, sin pedir nada a cambio.
Yo, sin embargo, estaba tan cansado que decidí quedarme a disfrutar de esa fantástica habitación. Quería aprovecharla al máximo. Así pues, la mitad de esa tarde la dediqué a dormir, y la otra a escribir la crónica 12 y diferentes paridas instantáneas cortas, como esta titulada “Orden de acercamiento”:
Por sus mimos, sus caricias, su apoyo y su buen trato en general, el Juez ordena al Señor David Camps a no alejarse más de 500 metros de la Señora Josefina Herlinda.
O esta otra, titulada «Os echamos de menos»:
Por ser tan buenos amigos, tan nobles, tan transparentes y por estar siempre allí, Dani, Judit, Olguita, Bona, Ritchie, Anna, Jordi, Capde, Carol, Öjhn, Puli, Xino y Xevi, os echamos de nuestro bello pueblo, Menos, para que no volváis durante un tiempo.
Y como no solo se hace camino al andar, sino también dándole al gas, decidimos seguir tejiendo nuestro sueño montando otra vez en las motos con las pilas cargadas dirección a la isla de Java. Dicen que al volver la vista atrás debemos ver la senda que nunca se ha de volver a pisar, o rodar. Y es cierto. Siempre son más bellos los sueños del futuro que la historia del pasado. Sin embargo, en nuestro caso, en esta ocasión haremos lo posible para que no sea así. Sumatra nos ha ofrecido los mejores instantes del viaje, y aunque soy de la opinión que uno no debe repetir los mismos sitios que ha visitado, Sumatra quizás sea una excepción. Eso sí, siempre que sea en moto.
Abandonamos la isla y continuamos inventando nuestro futuro subiendo a un barco para dirigirnos a su isla vecina: Java, que no The Hutt. Antes de zarpar, nos damos cuenta que en el agua hay dos chicos jugándose la vida al lado del barco que esperan recoger las monedas y billetes que la gente les tiran desde la borda. Nadan de aquí hacia allí a toda velocidad para estar a tiempo de recoger las monedas antes de que éstas se hundan en el fondo del mar. Y como siempre, Kristjan aprovecha las dos horas de viaje para hacer una de sus siestas y cargar aún más las pilas. Serán necesarias llenarlas al máximo para entrar en Jakarta, la capital del país y una de las ciudades con más tráfico del mundo.
Ese día fue extraño. Al detenernos en la entrada de Jakarta para buscar un hotel barato, Lore se dio cuenta que tenía un montón de llamadas perdidas de su hermana en su móvil. La llamó en el acto, pues dedujo que se trataba de alguna urgencia. Resulta que su familia estaba preocupada porque hacía pocas horas se había estrellado un avión que hacía la ruta de Indonesia a Malasia. Aunque sabían que esos días no teníamos previsto subir a ningún avión, estaban tan preocupados como cuando, al inicio del viaje, publicamos nuestra propia esquela en la crónica número 2. Como en esa ocasión, oír la voz de Lore les tranquilizó en el acto.
Después de encontrar un hotel más que aceptable en el centro de la ciudad, los tres nos fuimos a cenar en una paradita de la calle de enfrente con gente autóctona con los que hablamos durante un buen rato.
Temprano, a la mañana siguiente salimos de Jakarta dirección Sur. Java es una isla similar a la de Sumatra, que para cruzarla tienes que recorrer más de 1.000 kilómetros. Lentamente, a medida que vas acercándote a la isla de Bali, notas que el país va estando más preparado para los turistas, y la gente está bastante más habituada a tu presencia. Sin embargo, su encanto no cesa. Como en el hotel en el que el propietario nos invitó a cenar en el restaurante de su hermano, en el que Lore se pasó el rato cantando en un karaoke con unos altavoces tan grandes como los que puede haber en las fiestas patronales de cualquier pueblo y que te pueden dejar sordo si no estás atento, o en ese otro hotel en el que para llegar a la habitación tenías que cruzar un pasillo con más de mil mariposas flotando en el aire. Había tantas que tenías que utilizar los brazos a modo de limpiaparabrisas para alejarlas de tus ojos y de tu cara. Si en Francia e Italia matamos unas cuantas, en Indonesia, esa noche, cometimos un genocidio involuntario. Si queríamos llegar a la habitación no había otro remedio.
Cabe destacar nuestra noche en Surabaya. El destino decide que será en esa ciudad donde pasaremos el fin de año para dar la bienvenida al 2015, un año que definitivamente no será como esperamos debido a una decisión que desvelaremos en la próxima crónica.
Esa noche, aquella la ciudad está triste. Las autoridades habían decidido cancelar las fiestas que tenían planificadas porque desde ahí salió el avión que pocos días antes se estrelló en el mar dirección a Kuala Lumpur. De esta manera, se solidarizaban con las familias afectadas por esa desgracia.
Nosotros apenas salimos del hotel. Y dejamos que sea Kristjan quien nos enseñe cómo celebran el fin de año en Islandia. Primero salimos un momento al parking del hotel y ata una cuerda del extremo de una moto a la otra para que la saltemos. Nos comenta que, con ese acto, interpretan el salto como el cambio de un año a otro. Y luego, nos sentamos en el hall del hotel con unas cervezas y nos propone hacer lo mismo que ellos hacen cuando se reúnen en familia esa noche. Después de comer, uno a uno tienen que contar cómo les ha ido el año que dejan atrás, y cómo esperan que sea el año entrante. Y en ningún momento, bajo ningún concepto, se les puede interrumpir. Parece fácil hacerlo, pero no lo es tanto. ¡Sobretodo si el que habla menciona a alguien de la mesa!
Como era de esperar, nos vamos a dormir un poco tarde. Antes de cerrar los ojos ahogados en la oscuridad de la habitación con el aire condicionado funcionando al máximo, buscamos un nuevo sueño que cumplir para el 2015. Uno que nos diera miedo, miedo, pues si no te produce cierto pánico, seguramente es porque no es lo suficientemente grande. Pero no encontramos ninguno con esas características. Bajo la cama encontramos uno, pero no nos hace temblar para nada. Quizás el que estamos realizando ya nos ha vacunado contra el terror de los deseos.
Y así continuamos nuestro camino dirección sur por unas carreteras saturadas que durante kilómetros cruzan mil aldeas que, en realidad, parecen una sola. Y no solo están llenas de vehículos. También transitan animales de todo tipo, como la gallina loca que se lanzó contra mi rueda trasera. Después de oír un “Ziiittt” muy fino, deduje que se trataba del final de su viaje por este mundo cuando por el retrovisor vi un montón de plumas flotando en el aire. También tienes que esquivar un montón de gente, como esa que se coloca al lado de la carretera con una escoba que utilizan para recoger los billetes que les lanzan la gente desde la ventana los autobuses. Al ver el dinero en la carretera, no dudan en saltar en medio de la calzada sin importar que vengas a toda velocidad. Y aunque haya policía cerca, nadie los detiene. Y hablando de policía, nos pareció curioso lo que leí referente a las mujeres que entran en el cuerpo. Al parecer, para ser una policía o soldado, hay un requisito indispensable que se aplica desde hace pocos meses que en Europa sería impensable: tienen que ser vírgenes. Según sabemos, lo investigan a través de un test llamado «el test de los dos dedos«, donde un doctor certifica el estado de la candidata. Cuentan que este tema es de suma importancia porque se lo toman como un asunto de seguridad nacional, y si las mujeres entran con malos hábitos, esta puede peligrar. En fin, como observadores que somos, lo asimilamos sin juzgar. Es su país y estas son sus leyes, y si nosotros, ahora, estamos aquí, no tenemos más remedio que aceptarlo.
En la carretera ves motoristas que hacen equilibrios de toda clase para transportar objetos o personas. Desde una moto con tanta madera encina que casi no se ve el conductor, u otro que lleva una rueda de tractor gigante en su cintura como si fuera un flotador, hasta otra en la que un padre lleva a su hijo de dos años máximo a sus espaldas, con otro de meses en su brazo derecho (el izquierdo lo utiliza para dar gas). Y como no, nadie lleva casco. Ver todo este espectáculo choca con las noticias que nos llegan de la provincia de Aceh. Según nos cuentan, el año que viene entrará en vigor una nueva ley que impedirá que una mujer y un hombre que no estén casados circulen en la misma motocicleta. Según el diputado local, ello es debido a que se puede vulnerar la ley islámica, pues «estar sentado uno cerca de otro en una motocicleta va claramente en contra de la sharia, ya que puede conducir a actos reprensibles».
Volviendo a la carretera, hay un día que nos sorprende porque todo el mundo transporta perros. Y no solo uno. Hay motoristas que llevan uno delante y otro detrás, atados para que no puedan saltar. Al adelantarlos, se te quedan mirando con la boca abierta sacando la lengua, que se mueve de arriba a bajo bailando al ritmo del viento. No sabemos el motivo, pero seguro que se trata de alguna fiesta donde ellos son los protagonistas. ¡Esperamos que salgan vivos de ella!
Y de esta manera, la gente, lentamente, kilómetro tras kilómetro, va dejando de verte como un extranjero al que se tiene que tratar bien para verte como un maletín lleno de dólares. Sobretodo si vas montado en motos como las nuestras. Como pasa en el monte de Bromo, un lugar turístico famoso por su inmenso cráter volcánico. Allí están tan habituados al turismo que para entrar en el pueblo tienes que cruzar una barrera como la de las fronteras que solo se abrirá si pagas la módica cifra de 20 dólares, una cantidad de dinero que no estamos dispuestos a pagar. Y no solo porque se trata de una cantidad elevada, sino porque sucede algo que no hemos experimentado hasta el momento: el hombre encargado de levantar la barrera nos trata con desprecio.
Esa noche la pasamos en una casita particular cerca del cráter. Cenamos en un restaurante que ya empieza a ser como los de Europa, y dormimos en una habitación tan húmeda que la cama y su almohada están casi mojadas.
Y con los cabellos mojados, no solo por culpa de las almohadas, sino porque aún arrastramos el sudor del día anterior debido a la ausencia de ducha en la casa en la que nos hemos hospedado, a unos 35 grados continuamos nuestro camino. Ya estamos cerca del puerto en el que embarcaremos las motos para abandonar Java dirección a la isla de Bali. Y como he contado hace pocas líneas, será el momento de tomar decisiones importantes que estamos discutiendo desde hace semanas y que marcarán nuestro minino, quiero decir, destino. Pero como dice la voz en off en la última secuencia de la película “Conan, el bárbaro” mientras se ve a un Arnold Schwarzenegger pensativo sentado en un trono sosteniendo una espada inmensa como si fuera una pluma, pero que en realidad pesa tanto que seguro yo nunca podría levantar aunque me pasara meses alzando pesas en el nuevo gimnasio que mis amigos Eudald y Aleix están a punto de abrir en mi pueblo con la ayuda de Judit, la mejor arquitecta de Ripoll, “esta es otra historia que aún no es el momento de contar”. Tendrás que esperar a la línea número 108 de la próxima crónica.
*Soñar es gratis, pero para realizar algunos, necesitas ayuda. Este trocito de sueño ha cobrado vida gracias a APIC – Asia Pacific International College, Go Study Australia,Foto24 y Dynamic Line, gracias a nuestros colaboradores, y sobretodo gracias a ti. Y no lo olvides: Si puedes soñarlo, puedes hacerlo.
CURIOSIDAD.
Orgasmos en los sueños. No sólo puedes tener sexo en tus sueños de manera tan placentera como en la vida real, sino que también puedes experimentar un orgasmo tan intenso como uno real. Todas las sensaciones que se sienten durante el sueño lúcido pueden ser tan placenteras e intensas como las experimentadas en la vida real.
DEDICATORIA.
Dedicamos esta crónica a Kristjan, quizás nuestra sorpresa más inesperada del viaje. Se trata de esas pocas personas que conoces y al cabo de unos minutos intuyes que será difícil de olvidar. No te deja indiferente, tanto por su capacidad de adaptación al medio como por su autenticidad o por sus consejos. Una sola conversación con él es mejor que dos años de estudio. Sabe escuchar tan bien que incluso te oye cuando no dices nada. Y en cuanto al entorno, se adapta tanto como el insecto palo a las ramas de un árbol. Si fuera un zapato, encajaría perfectamente tanto en el pie de alguien tan fino como Cenicienta, como en el de mi amigo camionero, el Capdevila, que de fino no tiene mucho. Es como la plastilina. O como el agua que, como decía Bruce Lee, si la pones en una botella, se vuelve botella, o si lo pones en una caja, se vuelve caja. Es tal su capacidad de adaptación al entorno que despistaría al mismísimo “Predator” en medio de un limbo blanco y frío. Si fuera una mantis, dependiendo de dónde se encontrara tanto podría ser religiosa como atea. La verdad es que llevo 40 años pululando por el mundo y he conocido a poca gente con esa capacidad. Y cuando la conoces, lo último que deseas es perder su contacto, pues es de esas pocas personas con las que no paras de aprender y sorprenderte. Es alguien que sabemos siempre estará ahí, aunque esté lejos y haga tiempo que no le veamos. Y él también lo sabe de nosotros. Un abrazo, compañero. Ha sido un auténtico placer cruzarnos por el camino de tu vida.
CONTACTOS ÚTILES.
Lahat Rafting.
Gedung Olahraga Serame.
Lahat, Sumatera-Selatan, 31418.
Tel. +6281271512228.
lahatrafting@yahoo.co.id
www.lahatrafting.com
Hotel de Lahat:
Grand Zuri.
Jl. Lingkar Lintas Sumatera No. 138.
Desa Manggul, Lahat.
Sumatera Selatan.
Tel. +62731326999.
www.grandzuri.com
INSPIRACIÓN: “LA VIDA”.
La vida es una oportunidad, aprovéchala;
la vida es belleza, admírala;
la vida es beatitud, saboréala,
la vida es un sueño, hazlo realidad.
La vida es un reto, afróntalo;
la vida es un juego, juégalo,
la vida es preciosa, cuídala;
la vida es riqueza, consérvala;
la vida es un misterio, descúbrelo.
La vida es una promesa, cúmplela;
la vida es amor, gózalo;
la vida es tristeza, supérala;
la vida es un himno, cántalo;
la vida es una tragedia, domínala.
La vida es aventura, vívela;
la vida es felicidad, merécela;
la vida es vida, defiéndela.
MADRE TERESA DE CALCUTA.
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