Capítulo 16. El sueño que se ahorcó (Indonesia III).

Abandonamos la isla de Java sin noticias de Hank. Y como le ocurría a ese genio chileno, llegamos a Bali pudiendo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”. Pero no lo haremos. Escribiremos en prosa, que es mucho más fácil. Haremos como siempre: si no podemos ser el poeta, intentaremos ser el poema y afirmaremos que las estrellas, aquí, son espectaculares. Cada una brilla como el diamante más puro. Y aunque ahora mismo no cuso estas palabras bajo su remanso, moldeamos estas líneas sin olvidar ninguna.

Pero aún no te envolveremos con nuestra tristeza. No es el momento, y menos aún siendo el principio de la crónica. Lo dejaremos para la línea 108, que es donde nos empezaremos a poner un poco sentimentales. Pasamos por la 13, por lo que tendrás que tener paciencia 95 líneas más. Intentaremos que llegues allí de la misma manera que cuando cambias la marcha de tu coche: sin darte cuenta.

Como acostumbramos, empezaremos describiendo el paisaje y las sensaciones. La verdad es que teníamos muchas expectativas al rodar dentro de esta tercera isla del país. Bali tiene tanta buena fama que más arriba no pueden estar. Y a medida que vamos recorriendo los primeros kilómetros, pensamos que nuestra estada aquí será de lo mejor del viaje.

Bali nos da la bienvenida con una carretera fantástica. Solo abandonar el puerto te empiezan a rodear árboles por ambos lados de la calzada con unas ramas tan largas que te cubren por completo. Parece que estés dentro de un largo túnel verde casi oscuro acribillado con una metralleta permitiendo que los rayos de sol se cuelen por miles de agujeros.

A diferencia de Java, el tráfico es fluido. El factor suerte no es tan necesario para evitar besar el asfalto. De todas maneras, mejor no bajar la guardia. Murphy siempre está presente esperando a su oportunidad para estropearte el día. ¡La de veces que me ha guiñado el ojo después de reírse de mi!

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Antes de entrar en Denpasar, la capital de la isla que nos acogerá en los próximos días, nos detenemos a comer en otro restaurante autóctono. Ya somos inmunes a cualquier clase de alimento. Desconocemos lo que comemos, pero ya no nos importa para nada. Como esa comida misteriosa servida en un plato lleno de hormigas moviéndose por todas partes. Parece el epicentro de un hormiguero. Pero ya no las aparto. Tan solo las esquivo con la cuchara con tanta indiferencia que es inevitable que alguna suba y realice un fugaz viaje de ese cuenco a mi boca.

El viaje está haciendo mella en nosotros. Lentamente notamos como Randall Stevens, ese diminuto señor que se coló en nuestro cerebro el primer día del viaje para hacer limpieza y ordenar las cosas tal y como comentamos en la crónica número 2, va haciendo un buen trabajo. Y lo notamos. Nuestro carácter, ideas y visión está cambiando kilómetro tras kilómetro. Estamos cambiando porque hemos estado abiertos a aprender el máximo y a sufrir lo suficiente. Por todo esto creemos que nada de lo que fue volverá a ser. Hasta tenemos opiniones que contradicen las que teníamos antes de partir. Y creemos que eso es algo positivo. El que es capaz de cambiar sus pensamientos regularmente puede cambiar su destino. Si siempre se piensa igual, todos los días serán iguales. La mente debe evolucionar de la misma manera que lo hace el cuerpo. Que uno tenga el mismo pensamiento durante años no es buena señal. Es necesario que la opinión y visión de las cosas cambien de vez en cuando, y viajar es la mejor manera para provocarlo. Es la mejor medicina. Si leer perjudica seriamente la ignorancia, viajar la mata directamente. Moverte y ver diferentes culturas te ofrece la oportunidad de abrir las ventanas del cerebro para que entre aire fresco. Tu opinión y visión puede cambiar a diario. Y si estás en la India, incluso lo puede hacer cada hora. Cuantos más contrastes se viven, más evolución puede sufrir tu visión de las cosas. El problema es si sufres “sofofobia”, que es la enfermedad de tener miedo a aprender, conocer o adquirir nuevos conocimientos. Y si encima también sufres “basofobia”, que es el miedo a caerse, no nos atrevemos en absoluto a aconsejar un viaje por el mundo en moto como el que aquí estamos narrando.

Por otro lado, viajar también te ofrece la oportunidad de darte cuenta que la gente es buena. Tanto, que te puede pasar como a Salinger, que pensaba que era una especie de paranoico inverso. Sospechaba en todo momento que la gente tramaba hacerle feliz. Porque el mundo, al contrario de lo que opinan muchos, es un lugar mucho más seguro de lo que parece. La oxitocina, la hormona responsable del amor, está mucho más bien repartida de lo que transmiten los telediarios, unos programas de televisión que se nutren básicamente de las malas noticias. Saben que son las que más venden o, dicho de otra manera, las que más audiencia crean. No olvidemos que el objetivo de un telediario no es informar, sino entretener. Y son conscientes que la mejor receta para lograrlo es la de emitir desgracias. Saben que las malas noticias pueden conmocionar al espectador, pero que verlas desde el sofá de casa abrigados con una mantita le genera una sensación de seguridad que le conforta hasta tal punto que incluso les puede dar placer. ¿Sabías que en Estados Unidos se emitió un telediario que solo mostraba buenas noticias? No duró ni un mes. Simplemente porque no tenia audiencia. Por este motivo, desde estas humildes líneas, además de los sueños, también queremos reivindicar el buen corazón de la mayoría de la gente con la que nos hemos cruzado y que casi nunca tendrán cabida en un telediario. La humanidad no es tan mala como la pintan. En todo caso, lo son algunos de sus dirigentes, que en demasiadas ocasiones no están a la altura.

Sin embargo, siempre que sea reflexionado y cuestionándote cada noticia que emiten, está bien ver telediarios. Pero si quieres entretenerte, como hicimos en la crónica 5 reivindicamos los acertijos por la capacidad que tienen para hacer estrujar el cerebro. Como este, titulado “El hombre que se ahorcó”, que dice:

“En un granero de madera completamente vacío se encuentra un hombre colgado de la viga central. La soga con la que se ahorcó mide tres metros y los pies penden a treinta centímetros del suelo. La pared más cercana se encuentra a seis metros. No es posible trepar ni a las paredes ni a la viga y, sin embargo, el hombre se ahorcó a sí mismo. ¿Cómo lo hizo?”.

Si quieres pensar un rato antes de leer la respuesta, no continúes leyendo. Detente aquí, pues la encontrarás justo en el siguiente punto.

Si has llegado hasta aquí es porque han pasado dos cosas: o has encontrado la respuesta, o te has rendido y tu curiosidad te devora. Pues aquí te la desvelamos: El hombre se subió a un bloque de hielo que se deshizo con el calor.

Aprovecho este espacio en blanco para recordarte que faltan 21 líneas para volvernos un poco sentimentales.

Pero volvamos a Bali. Aunque es la isla que menos nos enloquece, Indonesia es un país que nos está robando el corazón. No sabemos si cuando la abandonemos nos lo devolverá. Sin embargo, con lo generoso que es, seguro que lo recuperaremos en el acto. Pero pasará como pasó en Pokhara, que nos lo devolvió, pero sin un cachito. Si seguimos así, este viaje nos va a dejar sin órgano y nos veremos obligados a buscar dos donantes.

Después de una pequeña siesta continuamos nuestro camino buscando un hotel apartado del centro para que sea lo más económico posible. Como siempre, como les sucede a los protagonistas de ese ensayo de Saramago, vamos a ciegas. A veces el azar nos es favorable y acabamos encontrando un pequeño tesoro, y en otras se burla un poco de nosotros. En esta ocasión, se siente generoso y nos ofrece un hotel tan fantástico como económico con solo seis habitaciones regentado por una familia que nos ganará en pocas horas. Además, cerca tiene una diminuta tienda autóctona donde cocinan unos noodles que nos vuelven loco por solo 20 céntimos el plato. El azar, en este sentido, nos ha sido favorable. Parece sentirse misericordioso intuyendo que ese será el último hotel del viaje en el que nos hospedaremos.

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Si, amig@, sí, has leído bien. Ya estás en la línea número 107 de la crónica, en la que nos tenemos que poner un poco sentimentales. Con cierta tristeza te contamos que el viaje acaba aquí. Lore ha quedado embarazada y tenemos que volver. Dos personas caben perfectamente en la moto, pero tres son multitud y además, Zutroy o Rutigger (no sabemos aún qué nombre escoger) no se merece recibir las sacudidas que produce el asfalto indonesio en sus primeros días de existencia. Y bueno, podría alargar esta broma hasta el infinito y más allá, pero no lo haré. No, Lore no está embarazada. Tengo solo 40 abriles. Aún no soy los suficientemente maduro y, mucho menos aventurero para lanzarme a tener descendencia. ¡Tener un hijo sí es una aventura! Y esta sí que dura toda la vida. Definitivamente aún no estoy preparado. Si por ley nos tuviéramos que examinar para tener hijos, seguro que suspendería. Además, me imagino de viejo viendo a mi hijo acercándose a mi para comunicarme que quiere hacer como su padre y que también quiere ir hasta Bali en moto. Creo que me vendría un infarto.

Volviendo a la realidad, son otros los motivos que nos obligan a detener. Hay muchísimos factores, empezando por las secuelas que aún sufrimos del accidente que tuvimos en Malasia que, unidos a muchos otros, ejercen tanto peso sobre mi pie izquierdo que nos obligan a frenar. Después de estarlo debatiendo los tres durante las últimas semanas, Lore y yo decidimos ahorcar este sueño en este punto. Se ha ido fundiendo lentamente durante estos últimos días como el hielo que ayuda a morir al hombre del acertijo. Suena el despertador. Después de 8 meses y recorrer más de 30.000 kilómetros, abortamos la misión a solo 4.000 kilómetros de Sydney hablando en términos de distancia, o a solo 8 o 9 días hablando en términos de tiempo. Y créenos, no es nada fácil tomar una decisión así. Sé lo que pensarás: estamos locos. Nos quedamos a las puertas de Australia, nuestro país vecino, y hacerlo duele tanto como diez azotes en el culo con un regla de 50 centímetros. Pero después de coger un papel en blanco, trazar una raya en medio que divida los “pros” y los “contras” y anotarlos, los contamos y nos damos cuenta que el resultado indica que debemos parar. Podríamos continuar, pero lo haríamos un poco atormentados y estresados. Y este no es el plan. Una retirada a tiempo es una victoria, y debes frenar cuando te das cuenta que si navegas por un sueño de estas características, lo tienes que vivir con la máxima relajación posible. Tu mochila tiene que estar totalmente vacía. Y la nuestra ya empezaba a acumular alguna piedrecita que nos atormentaba un poco.

Como en la India, Lore y yo acabamos deduciendo que el mundo se divide en dos: los que creen que el mundo se divide en dos, y los que no. Yo soy de los que cree que se divide en dos: los que están de acuerdo con Yoda, y los que no. Personalmente soy de los que, en algunos casos, no está de acuerdo con sus afirmaciones. Como, por ejemplo, esa que dice “O lo haces, o no lo haces, pero no lo intentes”. Siempre digo que no es bueno generalizar. Hay casos y casos. En muchos aspectos de la vida, sí que es bueno aplicar este concepto. Hay cosas que no tienen termino medio. Si empiezas, debes acabar. Estoy de acuerdo. Como ser padre. Si lo eres desde el día uno, lo debes ser hasta el último. Pero en otras situaciones, hay acciones que si empiezan, no tienen por qué tener un final como objetivo. Por ejemplo, volviendo al tema de los hijos, te puedes plantear tenerlos. Y empiezas a buscarlos, pero no hay manera. Pasan los meses y con tu pareja ves que no os quedáis embarazados. ¡Pues seguid intentándolo! ¿Qué problema hay? ¡Con lo bonito que es buscarlos! ¡Además, si los habitantes de este mundo buscaran hijos más a menudo, seguro que iría mucho mejor! Pues lo mismo pasa con los viajes. Te puedes marcar un destino, que en nuestro caso era Sydney. Pero el objetivo no era llegar allí, sino que era disfrutar del trayecto. Lo que marca, lo que te cambiará la visión de las cosas, no es llegar al destino, es el viaje, el día a día. Por este motivo, si no acabas por llegar a tu objetivo, no pasa nada. Las tantas cosas positivas que te ha regalado la experiencia no son fruto del último lugar que visitas, sino que es fruto de cada segundo que vives durante la ruta.

Pero no escribimos esto para sentirnos mejor y que nos sirva de excusa. No te creas que esto acaba aquí. No solo tomamos la decisión de frenar. Tomamos otra igual de importante: en Bali acaba la primera parte de un sueño que no olvidaremos jamás, pero decidimos también que tendrá una segunda parte. Solo hacemos una pausa obligada. Será de meses, años o quizás de alguna década, pero tarde o temprano lo reanudaremos. Y no para llegar a Sydney, sino que hemos decidido que cuando lo volvamos a despertar, no pararemos y seguiremos hacia América para recorrerla de norte a sur. Una vez has probado un sueño así, te das cuenta que es tan potente como la mejor de las droga. No se puede parar. ¡Qué raro que viajar no sea ilegal! Así pues, tarde o temprano continuaremos bebiendo gasolina para dar la vuelta al mundo a dos ruedas. Y cuando reanudaremos el hilo de este sueño, intentaremos no contradecir a Yoda en este aspecto. Pero en el de los hijos, sí. Definitivamente.

Kristjan también ha sido un factor que nos ha ayudado mucho a decidirnos. Nos ha ido muy bien tener a un hombre de mundo como él a nuestro lado para ayudarnos a desgranar la situación para deducir qué era lo mejor para nosotros.

Una vez asimilada la decisión, lo primero que hacemos es renovar el Visado, que es de un mes. Nos quedan solo pocos días para que caduque. Después de varias visitas al Departamento de Inmigración, logramos renovarlo para un mes más, tiempo suficiente que nos servirá para gestionar todo lo que nos viene encima.

Lo segundo que hacemos es dirigirnos a ver al Sr. Buda, el contacto que tenemos que nos puede ayudar a enviar la moto a Barcelona con barco. Como nos habían dicho, nos encontramos a un hombre humilde y que parece de fiar. Tomamos las medidas de la moto para construir la caja y quedamos con él un par de días después.

A partir de aquí, disfrutamos de Bali tanto como podemos. Sin embargo, te tenemos que confesar que la expectación era tan alta que el lugar nos acaba decepcionando un poco. La playa de Kuta, una de las más visitadas, es realmente bonita, con unas puestas de sol que no se olvidan ni con Alzheimer. Pero cuando baja la marea aparece a tus pies tal cantidad de basura que casi te impide llegar al mar. Tienes que saltarla, y no hablo de un saltito. Entristece ver a la gente tan habituada a ella. Mientras los niños de Palamós o Llafranc construyen castillos de arena fina, los de aquí se dedican a jugar con latas usadas y trozos de plástico.

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Sus calles están totalmente preparadas para los turistas. Hay tiendas de souvenirs, restaurantes y hoteles por todas partes. Es difícil dar cinco pasos sin que uno de sus propietarios te inviten a entrar. Por el contrario, es facilísimo encontrarte gente que te ofrece drogas de todo tipo. En cualquier momento del día, te invitan a tomar cocaína, heroína, o hasta viagra. Es curioso ver lo fácil que es obtener cualquier substancia en un país que, como Singapur o Malasia, condena a muerte los traficantes de droga. Y la cosa va en serio. Durante esos días, con tristeza nos cuentan que acaban de fusilar a 15 personas que llevaban años en el corredor de la muerte acusados de trafico. Y no solo son indonesios. Han matado a gente de otras nacionalidades, como a un holandés o a un chico brasileño que estaba encarcelado desde 2003. Aunque sus países respectivos pidan clemencia, el presidente del país, un tal JokoWidodo, declaró la guerra a la droga alegando que mata a 50 personas al día y a 18.000 al año. Por este motivo no da opción al indulto. Aunque seas el Rey del Mundo como Di Caprio en Titanic, aquí te matan. Poca broma.

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También nos impacta el monumento que hay en plena calle conmemorando el atentado más mortífero en la historia del país, en el que un coche bomba y varios explosivos escondidos en diferentes mochilas asesinaron a 202 personas en el año 2002. Pasear ante él puede despertarte el bello de tu piel aunque no quieras, pudiéndolo poner más firme que aquellos soldados en manos de ese coronel protagonista de “La chaqueta metálica”.

Conscientes que la despedida con Kristjan también esta cerca, decidimos tirar la casa y todos los muebles que hay dentro por la ventana. Aunque hay algunos que son muy grandes, todos pasan. Hasta en tres ocasiones visitamos el Hard Rock Café para cenar ante la piscina de un hotel que nunca nos podremos permitir. Son momentos emotivos. En el mes y medio que viajamos juntos hemos vivido un montón de vivencias que jamás olvidaremos, ni él ni nosotros. Y para asegurarnos que así sea, nos hacemos regalos que guardaremos como un tesoro. Su valor sentimental es más alto que el valor de una caja fuerte llena o una de floja y bacía.

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Antes de visitar de nuevo al Sr. Buda para empaquetar la moto y enviarla de vuelta a Barcelona, aprovechamos para visitar el concesionario BMW para que le hagan la revisión que el pobre Richard se merece. La hacemos aquí porque en casa nos resultaría mucho más cara. Además, como siempre, nos tratan como a reyes. A nosotros, y a Richard.

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Y aunque no queramos, los días van pasando conscientes de lo que nos viene encima. Primero despedimos a Kristjan, un amigo que nunca olvidaremos. Un fuerte abrazo en silencio sella un vínculo que no seremos capaces de romper. Y después nos quedamos solos. No sabemos qué decirnos. El silencio reina nuestra habitación sentada en un trono con un posado incómodo. Y después, nos sentimos raros comprando los billetes de vuelta a casa. Tenemos muchas ganas de ver a nuestra gente, pero sabemos a lo que nos tendremos que afrontar. Volver a la realidad no es fácil, y menos si has probado una droga tan poderosa como es la de viajar. Pero si algo nos ha enseñado el mismo viaje es a aumentar la capacidad de adaptación. Si hemos sobrevivido a todos las situaciones a las que hemos hecho frente durante estos meses, seguro que sobreviviremos a las venideras.

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Pasamos los últimos días comiendo nuddles en el lugar de siempre y alquilamos una moto para poder ir a ver las últimas puestas de sol del viaje. Nos despedimos como empezamos la crónica, disfrutando de unas estrellas de ensueño en silencio, ordenando todos los recuerdos que hemos ido almacenando en nuestro cerebro como si jugáramos al tetris con cada uno de ellos. Hay tantos que no queda ningún espacio libre.

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Hasta que llega el día de ir al aeropuerto. Decimos adiós a la fantástica gente que trabaja en el hotel y que tan bien nos ha tratado durante toda la estancia, y nos despedimos del viaje. Viaje, te decimos adiós, y te lo decimos con la esperanza que no sea un punto y final, pues aún no hemos escrito el “Felices para siempre”.

Fuerzas mayores nos obligan a volver. Nos susurran que debemos despertar. No sabemos durante cuánto tiempo. Por nuestra parte, haremos lo posible para recobrar este sueño y continuar nuestro trayecto. Que este sea el fin de un capítulo no significa que sea el fin del viaje. Porque aunque pasen años, no lo podremos olvidar. Es imposible. Haz un esfuerzo muy grande y trata de no pensar en un oso blanco. ¿Lo consigues? Pues así funciona el cerebro también con nuestro sueño. Como hemos mencionado más arriba, tarde o temprano lo recobraremos.

Aquí plantamos nuestras últimas palabras. Hemos intentado transmitirlas tan bien como hemos podido. Las que más ardían han caído sobre el papel sin darnos cuenta, y otras han costado tanto que las hemos tenido que tratar con más delicadeza. Como estas que bordamos ahora y que cerrarán una de las etapas más importantes de nuestras vidas. Y hablando de palabras, podemos describir este viaje en tres: no hay palabras. Lo hemos intentado, pero no creemos que hayamos encontrado las adecuadas para transmitir lo que hemos sentido viviendo este viaje. Y puedes estar seguro que las que hemos escrito hasta hoy no han descrito unas vacaciones. Esto no ha sido un cuento de hadas. Esto es viajar, y créenos cuando afirmamos que no es nada fácil hacerlo, y menos con moto. Esto no ha sido un camino de rosas. Al contrario. Hemos encontrado muchas piedras, y alguna muy gordas. Salir de la famosa “zona de confort” supone afrontar situaciones nuevas que, en muchas ocasiones, no sabes cómo resolver. Y precisamente es ahí donde reside el encanto. Es muy difícil encontrarte cosas nuevas cuando has llegado al ecuador de tu vida. Pero cuando sucede, lo mejor es disfrutarlo. Por difícil que sea la situación que te sorprenda, vete tú a saber cuándo volverás a encontrarte algo por primera vez en tu vida.

Además, como bien dice la expresión, fuera de esta zona no se está muy cómodo. Estirarse en una cama sucia y pudiente lleno de ácaros empapado de sudor no es una situación muy idílica para vivirla dentro de un sueño. Pero nos encanta. Vivir sensaciones como esta te hace sentir vivo. Aunque hemos acabado destrozados, con muchos kilos menos y sin mucha energía en nuestro depósito, somos conscientes que nos costará olvidar lo vivido. Estamos oxidados y hasta el ordenador con el que tecleo estas líneas se queja. Tanto, que la tecla wwwwww se ha encallado. Pero sabíamos que sería así, y vivirlo ha valido la pena. Hemos tachado otro sueño de nuestra lista y solo así, tachándolos, te puedes ir tranquilo de esta vida. Porque la mejor edad es aquella en la que dejas de cumplir años para cumplir sueños. Hemos hecho lo que queríamos hacer antes de que estos hechos se convirtieran en lo que queríamos haber hecho. Si al morir nos encontramos con una enfermera como la australiana que mencionamos en la primera crónica que trabaja con pacientes terminales, seguro que estará contenta al ver que nos vamos en paz. Porque como ella, nos gusta creer que en los últimos suspiros de tu existencia, la mejor manera de abandonar este mundo es comprobar que las frases que describen tus sueños han sido tachadas con una rayita. Creemos que solo así, consciente que, dentro de tus posibilidades, has exprimido el máximo de zumo a la vida, puedes irte en paz, contento, feliz. Creemos que solo así puedes darte cuenta que el paseo ha valido la pena. Además, estar vivo es una suerte y se tiene que aprovechar. Lo normal es estar muerto o no haber nacido jamás.

Por este motivo, con toda la humildad del mundo y de Saturno, queremos acabar las líneas de nuestro sueño animándote a realizar el tuyo. Sea cual sea. Pequeño, grande o mediano, procura no dejarlo escapar. Ya sea viajar, cambiar de trabajo, empezar a coleccionar pistas de “ibertren”, saltar en paracaídas o, simplemente, pasearse bajo la lluvia desnudo, no lo dejes escapar. Aprovecha bien tu tiempo. Sin excusas. La mala noticia es que el tiempo vuela, pero la buena es que tú eres el piloto. No es el tiempo el que nos falta. Somos nosotros quienes le faltamos a él. Así pues, visualiza tus sueños y supera todas las excusas fáciles que uno mismo se repite siempre surgidas del miedo a lo desconocido y lánzate de cabeza. Sin pensarlo mucho. Porque no solo te beneficiarás tú al realizarlo. Un mundo con más sueños cumplidos es un mundo mejor en el que vivir. ¿Por qué? La respuesta es fácil: cumplir sueños hace feliz a la gente, y la felicidad es contagiosa.

Sueña. Sueña siempre. Y cuando hayas cumplido tu sueño, sueña otro y busca la manera de hacerlo realidad. No los dejes reposar. Porque no vale soñar sin actuar. Sácalos a pasear a la mínima que puedas. Y hazlo rápido. Porque la vida es un regalo sin sentido cuyo único objetivo es cumplir sueños. No dejes pasar muchos días para darles vida, y menos si son de esos que no te dejan dormir. Porque estos son los buenos. Y si te dan miedo, no olvides que no se olvida lo que no se deja de pensar.

La vida es un instante. Dura lo que un canto de colibrí, un chasquido de dedos, el guiño de un ojo. Pasa tan rápida que cuando llega el momento de dormir no te has dado cuenta de cómo ha sido. En ocasiones piensas que el momento es eterno, pero un día te das cuenta que no es así. Los días se escabullen como lo hace la arena de playa entre tus dedos cuando coges un puñado con tu mano. Las semanas van pasando y si no haces nada, esas horas se habrán convertido en años. Y cuando te des cuenta de lo rápido que ha ido todo, verás que ya no hay más tiempo y te arrepentirás más de las cosas que no hiciste que de las que sí has hecho. Por este motivo, ahora que aún puedes, lo único que tienes que hacer es pensar lo que quieres hacer con el tiempo que te ha sido otorgado, un tiempo que solo tiene sentido si lo dedicas a cumplir tu sueño. Puede ser que te tilden de loco. Simplemente porque quien hace lo que quiere acostumbra a no hacer lo que debe. Sin embargo, no permitas que esto te preocupe. Hay ocasiones en las que vivir por la excepción y no por la regla es no solo bueno sino divertido. Además, como decía hace ya unos siglos el filósofo Montaigne, “nuestra vida ha de ser medio locura, medio sabiduría; quien escribe sobre la vida con respeto y a manera de regla se deja más de la mitad en el tintero.”

También, si cumples tus sueños, debes saber que le caerías bien a Mario Benedetti, que no es poco. Porque, como describió en su obra “La gente que me gusta”, apuntó “Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones. Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme.” También alegrarías a Miguel Nasch, que afirmaba que “estar vivo no es respirar, caminar o dormir. Estar vivo es tener parches en el alma y cicatrices en el corazón. Es desgarrarte, recomponerte, subir, bajar, rodar, ponerte del revés. Es tener ampollas en las ganas con tiritas de colores. Es gritar con las manos, cantar con los ojos, jugar con los sueños y volar con los pies. Es nadar en los sentimientos aunque sea a contracorriente, explotar de emoción, querer sin mesura y dejarte querer sin miedo. Es bailar en una fiesta que es la vida como si nadie te estuviera mirando, como si fuera a terminar mañana. Estar vivo es, en definitiva, sentir”.

Esperamos que hayas disfrutado tanto de nuestro viaje como lo hemos hecho nosotros. Hay sueños de los que desearías no tener que despertar, pero está sonando el despertador. Cuando lo reanudemos, ya te avisaremos por si te interesa seguir leyéndonos. Si existiera, compraríamos una aplicación que permitiera sacar una mano del monitor para ofrecértela y encajarla con la tuya. Sería una buena manera de agradecerte la compañía que nos has ofrecido durante todos estos meses. Amig@, ha sido todo un placer sentir tu aliento. Hasta la próxima nos despedimos de ti animándote a que luches para que tu vida esté basada en un sueño real. Seguro que es dificilísimo. Pero así es como debe ser. Es necesario tener coraje. Los sueños que realmente valen la pena hacen que te cagues de miedo antes de dar el primer paso. Pero cuanto más sucios dejes los pantalones al imaginarlos, más disfrutarás al realizarlos.

Para acabar, tenemos una última hora: son las once de la noche. Hora de ir a dormir y empezar a soñar de nuevo. Y hablando de tiempo, desconocemos qué será de nuestro futuro. Lo que tenemos claro es que seguiremos siendo soñadores. Como ahora. Fuimos, somos y seremos soñadores. Siempre. Y nos esforzaremos para irlos tachándolos uno tras otro a la mínima que podamos. Y en todo momento, mientras los estemos realizando, recordaremos este que ahora finalizamos conscientes que nos tendremos que frotar los ojos en más de una ocasión para asegurarnos que no ha sido un sueño.

Un sincero abrazo,

Lore & Albert.

*Soñar es gratis, pero para realizar algunos, necesitas ayuda. Este trocito de sueño ha cobrado vida gracias a APIC – Asia Pacific International College, Go Study Australia,Foto24 y Dynamic Line, gracias a nuestros colaboradores, y sobretodo gracias a ti. Y no lo olvides: Si puedes soñarlo, puedes hacerlo.

CURIOSIDAD.

Ballenas y delfines. Deben rotar sus hemisferios para poder dormir. Siempre hay uno despierto. De ese modo una parte de ellos estará consciente para emerger al exterior y poder respirar.

DEDICACIÓN.

Hay personas difíciles de encontrar, fáciles de querer e imposibles de olvidar. Este es el caso de… ¿cómo se llama? ¡Ah, sí, de Lore! La verdad es que estar en pareja 24h al día, 7 días a la semana, durante ocho meses no es nada fácil. Sea Cindy Crawford, Scarlett Johansson o la portera de Núñez, hay minutos complicados difíciles de gestionar. Pero con ella el viaje ha sido muy profundo e intenso. Dicen que en antes de morir, uno ve un breve resumen de su vida en 10 o 15 fotogramas. En mi caso, estoy seguro que en un par o tres aparecerá ella. Y cuando esto suceda, esos recuerdos permitirán que pueda abandonar esta vida dibujando una gran sonrisa en mi rostro que me harán pensar que mi paso por aquí habrá valido la pena, que en definitiva es lo único que importa. Gracias por formar parte de la mejor etapa de mi biografía.

CONTACTOS ÚTILES.

Envío de la moto de Bali a Perth/Darwin/Barcelona…
Mr. Buda.
Tel. 0361 468 246
Mobil. +08123998838
pbalogistic@indo.net.id
FASC Tohpati
Bypass Ngurah rai street 18
Denpasar – Bali 80237

Contacto para enviar la moto en avión:
Mr. Ferdi.
Flair479@gmail.com
Tel. 082113000296

Hotel de Bali:
Sugiras Living.
Jalan Kerta Bedulu 1A, Merta Sari Street.
Banjar Suwung Kangin-Sidakarya, South Denpasar – Bali
Phone : +62 361 724369
Fax : +62 361 720815
Mobile : +62 811386321
Skype : sugiras
www.sugiras.com

INSPIRACIÓN: “VIAJAR”.

Viajar es marcharse de casa

es dejar los amigos

es intentar volar.

Volar conociendo otras ramas

recorriendo caminos

es intentar cambiar.

Viajar es vestirse de loco
es decir “no me importa”

es querer regresar.
Regresar valorando lo poco

saboreando una copa

es desear empezar.

Viajar es sentirse poeta

escribir una carta
es querer abrazar.

Abrazar al llegar a una puerta
añorando la calma

es dejarse besar.

Viajar es volverse mundano

es conocer otra gente

es volver a empezar.
Empezar extendiendo la mano
aprendiendo del fuerte

es sentir soledad.

Viajar es marcharse de casa
es vestirse de loco

diciendo todo y nada
con una
 postal.
Es dormir en otra cama

sentir que el tiempo es corto
viajar es regresar.

GARCÍA MÁRQUEZ.

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2 Responses to “Capítulo 16. El sueño que se ahorcó (Indonesia III).”

  1. VITINmayo 6, 2015 at 7:23 pm #

    Hola pareja!! hola amigos!!!
    Siento enormemente el «corte» de vuestro viaje. Seguramente, quisierais seguir, pero circunstancias (de las que no vamos a entrar al caso) os lo impiden. Como muy bien decís, en la vida, a veces una retirada es una victoria. Y lo importante no es el destino, sino el propio viaje en si. Imagino que habrá sido una decisión muy dolorosa de tomar, puesto que ya habéis probado la «droga» de viajar y estoy seguro que es lo que más os motiva y lo que habéis estado haciendo intensamente durante los últimos 8 meses. Nunca hay un final, sino un hasta pronto. Y me gusta que os lo plantees así. Esa actitud positiva, estoy seguro, que la habéis fortalecido gracias al viaje y os será de gran ayuda durante el resto de vuestras vidas. Yo salgo en 23 días y no se si podré llegar a conoceros personalmente. Pero me gustaría y mucho. Os he ido siguiendo y he de reconocer que os admiro. Vuestras crónicas, vuestros magníficos videos, vuestras citas, como habéis hecho transcurrir vuestro sueño paralelo al viaje. En fin, todo muy bien. Será una pena no leeros y veros y, se profundamente, que os echare de menos. Besos y abrazos

    • Albert Solermayo 7, 2015 at 7:48 pm #

      Hola Vitín!!!!!
      Estamos muy al caso de tu próxima salida hacia tu vuelta al mundo. Ahora que sabemos qué clase de droga es esta, no sabes lo que te envidiaremos siguiéndote desde el ordenador!!! No te puedes imaginar lo que estás a punto de vivir. Saborea cada momento como un tesoro, porque estás a punto de vivir la mejor etapa de tu vida.

      A ver si, a la vuelta, nos podemos reunir para hablar un ratito. Por nuestra parte nos encantaría poder conocerte y escuchar todas tus vivencias.

      Un abrazo muy fuerte, muchísima suerte y estamos aquí para lo que necesites!!!

      Lore y Albert.

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